jueves, 27 de octubre de 2011

Gracias

Siempre presente flaco, las palabras sobran, tu recuerdo esta en cada uno de la forma en que mas lo deseamos!

martes, 25 de octubre de 2011

23 F





En todo aeropuerto, la sola posibilidad de verme traspasar esos escenarios grises de mosaicos e iluminación absolutamente monocordes, sintiéndome preso del peor de los más oscuros deseos de arquitectos que pretendieron ser innovadores,  que soñaron  o quisieron ser un Le Corbousiier (ponele), pero solo esparcieron el peor de sus vómitos, las peorías poesías de malos trovadores de facultad sobre sus obras, a quienes algunos llaman aeropuertos (u hogar según escuché en una oportunidad).
Me repugnan los aeropuertos y todo lo ligado con aviones, cinturones de seguridad, chek in, esperas, colas, charlas con desconocidos; me considero huérfano, un recién abandonado a su suerte, rodeado de esos típicos personajes que caminan por cualquier calle o avenida “principal” de cualquier ciudad del interior de Argentina, que disfrutan y gozan (supongo que se harán pajas ante la inminencia de un próximo viaje y la sensación de pisar un aeropuerto), que tienen aires de grandeza o de superioridad infantil mejor dicho, peligrosamente infantil, por hacer un check in en la compañía aquella y no pedir boleto de 1.25 ; estimo que creen que ello te da mas presencia y seguridad ante sus pares.
La huerfandad se acrecentaba por esos días de noviembre, me había separado definitivamente y pese a lo que el sentido común- standard- indica, de cambiar de aire, si por mi fuera me hubiera quedado escribiendo inútiles cartas de reconquista a la amada que se fue, que seguramente quedarían en blanco o rellenadas con las frases más cursis de Neruda o Conti ¡putos poetas!, o me hubiera hecho jardinero de mis invisibles plantas que me extrañarían ante la inminencia de un nuevo viaje. Extraño caso el de mis plantas, ya que he decidido abandonarlas, pero ellas están allí, pese a que no las saludo, ni siquiera las miro, y ellas siguen firmas, verdes, chorreadas de alegría, como si mi infelicidad fuera su elíxir, su energía verde.
Ahora bien…Llorar, lo que se dice llorar sin embargo no lo haría o me decidí no hacerlo en esta ocasión.
Ese día mi pesimismo iba en aumento, imágenes paganas a  lo Moura, me iban a torturar recordando mi relación terminada, la compañía por la que tenia pasaje, solo se limitaba a servir bebidas sin alcohol en el vuelo, por lo que verme como un mármol 13 horas, aguardando aunque sea por una gota de whisky industria nacional, me hacia ver en un remolino del que no iba salir. Por dentro rezaba (mas bien invocaba justicia) a que un ex guerrillero que se quedó con la historia de los montes tucumanos y una recién divorciada, con 5 hijas y con alguna enfermedad de esas que ahora llaman “terrible y dolorosa”, decidan al unísono y en un acto que consideraría heroico (me hubiera unido a ellos) entrar a la cabina del avión y someter a los pilotos, atar y ultrajar a las azafatas y mientras entre el guerrillero, la divorciada y yo las maniatábamos y nos jurábamos amor eterno, el avión indefectiblemente se iría derecho a parar al altiplano boliviano, a las tierras del Evo, el nuevo espía de la revolución americana y allí nos recibiría con un exquisito licor boliviano o con una cerveza huari, y hubiéramos hecho justicia en el mundo de las compañías aereas.
Este coctel de idioteces que tenía en la cabeza las deseché rápidamente, porque el corazón de los argentinos que viajan últimamente a México suelen ser parejitas en mini luna de miel (ansiosas de colgar fotos en la playa y cogiéndose mutuamente, por tanto portal de lo web se lo permitiera) y muchachas- los hombres solos viajan cada vez menos- que sueñan en ver en vivo y en directo el show que bien montado lo tiene la revolución zapatista, comprar en proporción merchandasing del zapatismo y supongo chuparle la verga a cada uno de los comandantes y sentir la mezcla de los pueblos latinoamericanos en el medio de su boca.
Mi aspecto era terrible al subir, debía ser por la remera del EZLN que llevaba puesta, por mis ojos (que pese a que no había fumado), los tenía como si una playa, de esas nuevas que hay en buenos aires, se me hubieran metido en el globo del ojo y hacia que los tenga más chico de lo habitual, llevaba ojotas y un short de chaco for ever. Cualquier control de seguridad en su sano juicio no me hubiera dejado subir, sin embargo la intención era que Fernando Beloz, esté en ese vuelo, que disfrute de las bondades del planeo, y hasta lo premiaron con la mejor ubicación del avión (según escuché decir al capitán ya que en su momento, desde esas ventanillas se podía contemplar el Amazonas en su plenitud). Sin embargo todo el pasaje rehusaba sentarse a mi lado y preferían amontonarse en las filas de adelante del pequeño avión de COPA, que dar compañía al muchacho de las ojotas.
La salida del vuelo se demoraba, que hacer, nada me dije, por lo que lo único potable era visualizar a mis compañeros de vuelo. La de la fila 23 A sacaba fotos a todas las partes del avión a cada uno de los pasajeros del avión, me sonreí cuando fue mi turno de ser retratado por ella, una foto que nunca veré, que no se quien la tendrá- si es que decidió conservarla y no borrarla como yo lo hubiera hecho. Sentí felicidad ya que supuse era su primera vez que volaba, pero probablemente una inmensa sensación de tristeza se apoderó de mi. En las filas de adelante varios rugbiers, como salidos de una vieja publicidad de chocolate, gritaban y se admiraban mutuamente sus pasaportes (sus sellos en realidad), como si en cada sello hubieran tenido el polvo mágico de sus gordas vidas- y sabiendo que los jugadores de ese deporte no cojen (y si lo hacen son con putas o desesperadas), me di cuenta que los sellos que ostentaban debían ser pocos. Eso en el fondo me alegró, con este era la 25 quinta vez que obtenía un dichoso sello en el pasaporte, y me sentí reconocido, aunque sea por mí mismo. Debería releer a Borges, al ciego de oro, pensé
Media hora de espera en la pista de un aeropuerto, o la espera en general de cualquier sitio, provocan la esquizofrenia-la mejor de las locuras- hasta en los más fuertes, pero entre tanta angustia, insito,  me sentí aliviado, sabiendo que tal vez Bioy o el propio Cortázar, a mi misma edad no hubieran viajado tanto como lo hacía yo, y me sentí feliz de que no envejecería como ellos, haciendo obras perdidas, o mintiendo, mintiéndose sabiéndose que su cuarto de hora se les iba yendo, dispersando, evaporando;  pero la sola mención de Cortazar, las islas al mediodía que vería por la ventanilla de mi asiento 23 f, los puchos que no compré, me intrigó al saber que no sería jamás como ellos, que no tendría un cigarrillo negro entre las fotos y seria un poster venerado por todo estudiante de letras como su estandarte, como su ficha de cabecera, como un martir. No obstante todos lo sabemos que estudiantes de letras, hoy no existen como tales o que de la facultad de letras hoy no salen escritores, si malabaristas, si pintores, acaso actores (muchos), comerciantes (todos leninistas-marxistas-peronistas-macristas) o simples atolondrados, que como fríos matemáticos ensayan formulas para explicarte sus contradicciones internas.
Suficiente pensé, deje de soñar con insufribles y busque la forma de soñar con Evaristo Carriego, sentirme el personaje que ve la silla vacía y hacer más placido el viaje. Sin embargo la silla, el retrato de una silla  y los cuerpos ausentes convirtieron el sueño profundamente insoportable por lo que procedí a levantarme, tal vez sobresaltado por la voz de unos pasajeros de las filas del medio que hablaban de tomar el avión (mi sueño inicial se cumpliría suspiré), cuando una vocecita rígida pero naif, similar a esas que se escuchan cuando quieren venderte un celular, pedía disculpas por los inconvenientes hasta allí vividos, y que se debió a que una pasajera fue detenida o demorada en la aduana, pero que ya estaba todo solucionado y pronto ibamos a partir y la pasajera fue subida y pin pan.
¡Me cago en esta puta! Treinta minutos mas y por obligación nos iban a tener que bajar y reubicarnos en un hotel, uno de la misma ciudad de la que vivo, pero que lógicamente sería mejor del lugar en el que vivo, y que seguro no me llevarían a mi cama y a reencontrarme con los recuerdos de Clara. Por obligación y sin opción de elegir ubicación fue sentada a mi lado, por lo que en definitiva yo, el contador, era a los ojos de todos el desecho de toda la tripulación, era el acuario de san clemente del tuyu, y hasta debería ser mas digno visitar esas jaulas de vidrios muertos, que estar sentado junto a mi.
Rápidamente y pese a mi rechazo inicial, su perfume me produjo como un mareo o cierta sensación de que como si todo el pasaje de repente me dejaba de rechazar y me llevaba en andas, sabiosos de antemano de mi victoria. Es que luego de sentir perfumes comprados en el free shop de apuro, ese olor a tierra, a transpiración pura, una transpiración que surgía ante la idea de perder el avión ( y el ideal de tener una vida mejor, según lo supe después), me devolvió algo de una felicidad que Clara se había llevado.
Por supuesto no se me pasaba por la cabeza la idea de iniciar una conversación, nunca lo había hecho ni encontraba motivos lo suficientemente válidos para cambiar de actitud, aunque su cara morena, con rasgos indiados, perfectamente compatible con un cuerpo que tal vez apenas superaba el metro cincuenta, esbelto pero compacto y unas piernas que tenían un esplendor, una belleza como si America del sur un día se decidiera a estar arriba del hemisferio y no tan al sur, bien al sur.
Cuando fue el momento de traernos las cajas de comida y el servicio de bebidas (no alcohólicas) y luego de abrir la caja y contemplar unas figuras como semicírculos, de algo que probablemente comió pasto en algún tiempo, si es que era posible imaginar que lo que tenia enfrente era un pedazo de carne, o mas bien un lago en el cielo, pero sumergido en el infierno mismo de una gorda vaca, que desventurada soñó un destino mejor que ser devoradas por 135 pasajeros en un vuelo de bajo costo, sentí que un fantasma se me introducía al cuerpo y me di vuelta de golpe. Y hubiese sido mejor un fantasma, alguien que se introdujera en mi, a tener que ser devorado por sus palabras que trajeron de la siguiente manera
¡Como podes comer eso!, tenes una camiseta del EZLN, y estas por comer a un ser vivo!.
Otra imbecil dije y creo que me escuchó y que bueno hubiera sido que así sea, y de esta forma se terminaba toda posibilidad de dialogo banal, sin embargo siguió quieta mirándome, sosteniendo una botella de agua mineral, en unos dedos de carne similares a los de mi comida, igual que putrefactos de mi comida, con unas manos que desentonaban con la belleza de su cara,  cuando súbitamente me susurró- “Flaco no sabés porque no hay un puto menú vegetariano, porque tenemos que conformarnos con estos bloques de mierda, que ni un gato comería y si así lo hiciera, solo sería con la tranquilidad de hacerlo con la tierra y con la seguridad de que lo vomitaría si no le gustase”.
Me pareció su fraseo excesivamente armado, planificado de antemano su discurso, como si nunca lo hubiera dicho porque era patético y encontró a un gil (yo) que tal vez podía escuharselo. Me pareció un Cliché y no le dije nada.
Cunado estire mi brazo para alcanzar un refresco que el aeromozo me acercaba, sin querer y juro que fue sin querer, meti la mitad de mi mano en su cabeza. En vez de molestarse, amistosamente  me saludo
Como estás, me llamo Candela… y soy fotógrafa, dijo decidida y alejada a una distancia prudencial de mi asiento, un gusto Che… vos que haces (no me preguntó mi nombre). Soy fotógrafo mentí y acto seguido saque  de mi mochila que tenia metida entre mis muslos, una réflex Nikon modelo 75 (no se de cámaras pero su solo tamaño impone respeto). Por supuesto la cámara no era mía, sino de la radio con la que colaboraba espontáneamente, que había confiado en un contador- escritor extraviado y con ideas “raras” a cubrir una marcha antiglobalización que por esos días se iba realizar en México. Que eso quede claro, me mandaron a escribir, en ningún momento fui elegido fotógrafo, y si tomaría fotografías solo debían ser en ocasiones excepcionales. Se alegró de escucharme y nuevamente se acerco a mi apoyando sus codos sobre los míos, mirándome con esos ojos de perra labradora sabedora de lograr el cariño que deseara, sobre todo mi cuerpo, como buscando en mi cuerpo algo que la ligue, que la vincule son su profesión.
¿Tenés algunas fotos guardadas?, me preguntó casi de forma irrespetuosa, vos me las mostrás y yo te hago ver un albun que tiene fotos mías, que seguro te van a gustar. Por fortuna la memoria guardaba unas maravillosas fotos de las sierras de Tandil (obviamente no tomadas por mí) sino por el verdadero dueño de la cámara que sacó fotos como quien dice ¡para la posteridad! Y que esa posteridad hoy se traducía en definitiva en un vuelo de avión en donde alguien había usurpado su condición de fotógrafo y generaba un encuentro con una par, con una colega, a la que trataría de mejor forma, a la que besaría ni bien posase ese bello cuerpo moreno en el asiento, sin ritos o vueltas de tuerca propios de un predicador.
Al verlas me dijo que no le gustaban, que parecían artificiales, sin vida, paisajes rígidos sin corazón, sin alma, propias de una mano excesivamente profesional, de un fotógrafo de fiestas de quince años y hasta insinuó que por mi forma de vestir esas fotos de ninguna manera podían pertenecerme. Una vez que dijo eso y que el servicio nos retiró la comida- ninguno de los dos probó bocado- procedió a extenderse sobre mi, y súbitamente, de forma muy relajada apoyó su cabeza sobre mis muslos y como si eso la transportara a su sesión económica de psicología, me comenzó a decir que sentía mucho , mucho frío, que se sentía agotada, cansada y que viajaba a México a buscar trabajo de lo que sea, con quien sea, como sea, como si cada palabra que escupía en su imaginario diván, le daba derecho de seguir retorciéndose sobre mi.
Al contemplarla en plenitud, al sentirla completamente ante mi, orbitando en torno a mi, serena, pero con una furia propia de las playas vírgenes del norte del Uruguay, con sus respiraciones que se desparramaban sobre el aire, que parecían que iban hacer estallar el avión en cualquier momento, y en primer lugar a esos deformes rugbiers que buscaban a los gritos llamar su atención (PAJEROS),  me vi vacilando entre el amor o el acuerdo, y creí que el amor empieza de las formas mas extrañas, sin forceps, y que eso seguro era amor.
Esa sensación de seguridad conmigo mismo, me llevó a cerrar las ojos e imaginarme a mi y  a Candela, en un noviazgo breve pero intenso, un casamiento en la Ribera Maya y que íbamos a trabajar de fotógrafos, seríamos fotógrafos de la National Geografhic que recorreríamos pueblos y relieves perdidos de todo México que se abriría ante nosotros, que nos mostraría todas sus caras, del mismo modo que yo vería todas sus caras, todas sus formas, todas sus vidas, colores, deseos, olores, Candela y Fernando, la pareja de fotógrafos que contaría la historia de su enamoramiento a quien quisiera.
Tenía demasiadas ganas de besarla, supe que era el momento, pero me sentía un témpano, un iceberg sin punta (es horrible la metáfora pero solo se me ocurre algo así de espantoso, como mi situación), el frío del aire acondicionado central tampoco ayudaba; y eso hizo que las tres horas restantes de vuelo, me haya limitado a verla, casi sin cambiar de posición (aunque ella dio varias vueltas), y empecé de pronto a suspirar pidiéndole perdón por mentirle tan pelotudamente, rogándole disculpas en nombre de la aerolínea y de todo el aeropuerto Ministro Pistarini de Ezeiza, por haberla demorado, por haber retrasado sus sueños, retrasar su nueva vida mejor, o el “lo que sea”, que no iba ser otra cosa que terminar como recepcionista de una cadena de hamburguesas a 10 mexicanos la hora, o ayudante de limpieza de cuartos de esos horribles hoteles de Cancún, donde cambiaría sabanas orinadas por gringos y putas del lugar, a cambio eso si de 2 dólares la hora, incluso supuse que ese vuelo ella había tomado ese vuelo por mi, para salvarme de mi decadencia, y rescatarla de su inminente desenlace laboral era mi función, mi forma de agradecerle por su valentía.
Una voz espantosa, salida de las entrañas mismas de un cuartel, me gritó directo al oido izquierdo, diciéndome que acomode el asiento, y a mi compañera, ya que estábamos a punto de aterrizar. En ese momento todo cambio, ese miedo que creí escondido, refugiado en la cabeza de Candela, volvió a merodear, a tenerlo en mi, bien vivo y coleando el muy hijoputa. Delicadamente se levantó y con una voz demasiado encantadora, desatinada para este viaje, completamente llena de vida ante la muerte que éramos todos en ese pasaje, me preguntó si no había visto su I-phone (4 veces repitió I-phone), y que se moría si se perdía ya que era un regalo de su “gordi”. No se! le dije, aunque supe que esas pulsaciones que tenia hace un tiempo por todo el coxis, evidentemente no era mi miedo que buscaba salir y decir presente, sino que tenia su i-phone entre las nalgas, que me vibraba y cantaba, cada una las melodías que en su momento había elegido, como indicio para que me prepare a lo que vendrá.
Todo lo que sucedió luego del temblaqueo del celular en mi culo, puede ser verdad, medianamente real, puede ser inventado, no tengo certeza (de seguridad hacia mi y hacia quien leerá esto) sobre si los hechos sucedieron de esta forma, calculo que si, porque como el resto de mis historias ni siquiera llegan a ser mínimas (por lo menos esas llegan a películas), las colocaría, en el rubro de triviales, o peor todavía, que solo me parecen relevantes a mi y a nadie más.
Bajamos juntos del avión eso si es verdad, y que buscamos de a dos las valijas, también se que fue así, si nos reíamos mientras caminábamos, de las azafatas, de los idiotas que corrían de un lugar a otro y de los apurados por bajar primer no lo sé, tal vez no, (no veo nada gracioso en contemplar la miseria de otro), pero seguro que me habré sentido con una sensación de grandeza, de desprecio hacia a  los demás, estaba bajando del avión con la mujer mas deseada de todo el vuelo, con una morocha de esas que todo el aeropuerto de Cancún se habrá puesto a sus putos y finos pies inmediatamente, a su disposición, para que juegue con ellos y ella sea la primera representante de una nueva tribu de argentinos que vendría a poblar y a invadir México ( yo sería quien le de su descendencia por supuesto)
Hacia demasiado calor, vergonzoso calor, y recuerdo bien claro ahora, que no quiso tomar un taxi con aire acondicionado porque todavía estaba congelada del avión. No miento si digo que mas de 45 grados estaba haciendo esa mañana, sentí vergüenza, por ella, por mi, porque estaba con ella bailando con ella en ese taxi, porque en vez de ir a mi hotel, a relajarme, ducharme, ver la tele, sacarme las uñas de los pies, comerme las uñas de las manos, mandar un mensaje a Romina, mandar un mensaje a mi abuela, a mis padres (avisando que llegue bien), intentar ser simpático y ganar la simpatía de la recepcionista de mi hotel, no en vez de todo eso, estaba acompañando a una desconocida (eso era Candela en definitiva) a su penosa cama de hotel, inmundo, en la zona que no aparecerá jamás en las reseñas turísticas y en revistas de “solitarios viajeros”. Era ridículo, como ridículo también hubiera sido si no la hubiera acompañado.
Pero mientras íbamos en el taxi salió ese miedo, no en forma de ring tone, sino como tranpisracion, pesada, no, no del calor, amarga, melancólica, montevideana. Tenía un cosquilleo, mareos, y las manos cada vez las tenia mas asquerosamente transpiradas, burbujeantes, como un caldo espeso que salía de mi propia negación a ver lo irreal, lo previsible.
Repaso mentalmente que me dijo bien firme, de forma muy estable y sostenida, “che boludo, que te pasa ya no sos mas canchero ahora, ya se te fueron tus ganas de mentir, ya enterraste a tu personaje, a tu otro yo, a eso que querías ser.”
Ante el desenlace de verme abofeteado, o escupido, le dije que no se como lo había adivinado, pero que era verdad que no era fotógrafo, como esperando que eso la tranquilizara.
“ si ya se flaco, tan pelotuda me haces, tanta literatura de mierda leíste para inventarte historias de tres minutos… si eras fotógrafo (COMO YO),  ya hubiéramos cojido en el avión, o estaríamos en tu hotel, y no hubiera sido yo hasta quien proponga quien elija el taxi… entendéis lo que te quiero decir… seguro sos contador” (su gordi seguramente sea contador también, pero sería pelado, usando gorritas para tapar su prematura calvicie vació, sin nada que ofrecer, solo la garantía de tener una nena bohemia, como su ficha de anzuelo para todo desprevenido que nos pusiéramos en su camino). Luego mencionó algo de los mitos de profesiones como la de ella, del relax, del placer, de su fantasía de coger con alguien a quien conocía en un avión, y también rutinas, de cines, de compañía mutua en la ciudad durante todo este tiempo.
Volví a mirarme las manos, y se atraían las unas a las otras, había tanta esponjosidad, tan líquidas estaban, que ya tenían la forma de un espejo, un espejo que reflejaba a Clara en vez que a Candela, siendo tan distintas una de otra, atrevida y hermosa una, aburrida e ingrata otra, pero esas manos reflejadas eran mías, solo mías, el sudor (la cantidad digo), era el mismo que dos años atrás cuando besé a Clara por primera vez. Reflexioné sobre las felicidades ins-tan-taneas, momentáneas, me acordé que una vez cenando en el Club Eros, con Clara nos habíamos propuesto un verano tomarnos en México y perdernos en México- pero nunca en Cancún, adelantándome a elegir un destino que ya sabia de antemano sería su primera respuesta. ¿ y por que no Cancún? Dijo de forma muy ingenua, una ingenuidad propia de no haber salida nunca de Argentina. Y yo con mi discursito de cajita de fósforo le dije que era un lugar cursi, repetido, hecho para un turista consumista, un turismo pecador, un turismo repetitivo, donde todo se repetía, donde todo era espejos de vidas que no podríamos tener, ilusiones en definitiva, fantasías para soñadores)
En ese instante es que me pareció incoherente seguir la incipiente historia con Candela y le pedí al taxista que me baje inmediatamente. Me excuse diciéndome que me sentía descompuesto, que era la primera noche en la ciudad, y con aires de galán de actor de tercera novela del dia, que mejor estábamos bien a la noche así tomábamos algo e íbamos a bailar a algún antro del barrio donde se hospedaba ella.
Perfecto, mejor así, báñate rápido, llámame, que esta noche empezamos a fotografiar México












La escocesa
Si me buscas tu a mi, me podrás encontrar

No se pretende generar una historia, tampoco intentar crear o inventar algo extraordinario, que de hecho ni siquiera se aproxima a escribible.
Quiero decir, hay invenciones de vidas, de escenas que pasan a menudo y que nadie las considera,  y no habría lugar para algo como lo que quiero escribir. Me animaría a decir que llegan a la categoría de los “no valen la pena”.
En este mundo donde hoy nos dedicamos a cargar datos, que se vuelven obsoletos en menos de dos horas, lo que no contamos o describimos son las historias de los otros. Hay cientos de ellas, no hay espacios para abordarlas de forma metódica, se vuelven un rito, son insufribles y forzan al lector, a imaginar una intrincada red de supuestos y creencias para darle cierto valor, Y en tal caso si existieran esos posesivos que se emocionan con las historias de los otros y que son los que pueden lamer las imágenes de crónica TV, que popularmente nos da 5 minutos de cotidianeidades, entonces, a ellos si les puede interesar este relato.
Tal vez por que yo, en parte sea el protagonista de esta historia, puede tener cierto sentido volcarla al papel (no no es papel esto, a la pc en tal caso), o tener sentido mientras hierve el agua para tomar un té y en esos minutos reinventar estos sucesos para darle un carácter de atrapante, o en definitiva que estos hechos, que fuera de esta hoja formato Word, letra Arial 11, no llegarían a la categoría de aburridos (por el hecho de que no se entenderían), a mi por el contrario se me presentan como una batería de canciones, como si mi cabeza fuese un viejo pasacasete,  con una cinta atascada (se acuerdan cuando le poníamos papelitos blancos a los casetes) y una historia. Pero ni siquiera lleno un vacío escribiendo.
Me motiva el hecho de poder usar la primera o la tercera persona. El profe D.A insiste en que use la primera persona, pero lamentablemente serán muy auto referenciales y en dos meses no podría inventar o iluminar nada mas. Entonces si doblecamiseteo con la primera y tercer persona, puedo ser quien pone el casete sobre ese pasacasete que vendría  a ser mi cabeza, o por el contrario, me siento a disfrutar de la música y la cuento a mi antojo, como una cinta al revés. Comfortably numb que le dicen
Y decido finalmente ponerme en el lugar del observador, y repensar la memorias y porque esta historia que no será interesante para un tercero, si me resulta curiosa a mi como observador y me atrevo a decir me puede generar una sensación de tranquilidad, casi de respiro. Se que escribiendo esta historia, o dejando que la música, como un interminable disco de charlie parker que uno escucha para volar en el fumo, terminará con parte de mi historia, de una historia triste, historia histórica. Y eso intento.
Si uno mezcla palabras, como huerfandad, abandono, soledad, tristeza, pobreza, olvido, origen, anorexia, crisis, carencias, falta de identidad, puede ser un buen gourmet, saber sazonar el plato y generar una cotidianeidad de personajes o un personaje central, que se convierta en el alter ego de buena parte de los habitantes de Buenos Aires. Pero ya están los Arturos Belanos para generarnos mas alter egos. Sigamos entonces con la idea del pimentero y su construcción saborizada de la historia del personaje.
Acá la importante no es la protagonista, sino su historia. El amor recae sobre su historia y no sobre ella. Ella es intrascendente, es olvidable, no es visible y es casi como un café descafeinado. Sin embargo SU historia si es atrapante. Claro no puede estar desligada la una a la otra; pero en este caso es así. La historia es la que me motiva, la que me enamora, por la que me enamoraría/re, la personaje a lo sumo puede derivar en una sesión de 30 con un terapeuta recien recibido de una facultad de 50 pesos la cuota mensual, pero sin promesas de una segunda visita. La personaje se disipa, la historia me sigue taladrando el coco.
También la historia de la protagonista me genera del mismo modo, una especie de envidia profunda, ¿porque no haberla vivido, padecido o enriquecido yo con ella?. Me lleva a los 80, mi década favorita, aunque no la viví, me podría ayudar a derribarme mitológicas figuras y personajes que tengo sobre esos años, me ayudaría a romper mi nostalgia y evocaciones permanentes por los 80. En cada década que transcurre intento transformarme mas en un ochenta (si no hace falta ser muy visionario para saber que detesto todo lo relacionado a la moda de los ochenta), porque la viví, la eduque, la practique y cultive cuando, empecé a formarme de lo que hubieran sido los 80. Todo lo demás llego después.
Y el primer impacto de la protagonista de la historia, me da su madre; cuando ella me comentaba la historia de su madre, me la imaginaba como la rubia tardada, de la letra de sumo. Repasemos. Hay fotos de la madre en un elegante departamento ubicado en el barrio de Belgrano, es hija única, familia acomodada, era a su vez la querida de un militar argentino, pero con dos hijos nacidos de un matrimonio estable. Una doble vida bien llevada, por un lado sometida un sable castrense, y ser descargada y eyaculada con las ultimas gotas de un proceso militar, y por el otro lado, dos retoños que le asomaban cuando la vuelta a la democracia estaba ahí cerquita.
La democracia la encuentra a la madre, no en primavera sino en una estepa rusa, los militares deben replegarse, su pareja muere y empieza el destape alfonsinista. Ella se transforma en una Miny Mouse pero patinando descalza en la nieve. La primavera abraza a todos, ella se hace asimismo, una desaparecida de la democracia, un fantasma de la libertad.
La democracia la recibe con tres nuevos hijos, 84, 86, y 87, los mejores años de la democracia, los mundiales, parakultural y todo eso que bien narraban los cuentos de Laura Ramos llamados “buenos aires me mata”. Pero yo no los vi, ni los viví, y no me podía imaginar, porque no me pertenecerían, ahora desde afuera y siguiendo sentado escuchando la música, en parte si mi interesan, porque en definitiva terminé ligado a esa historia.
Y lo que se llamó punto final u obediencia debida, tal vez para ella de igual forma, habrá sido, se obedeció a seguir trayendo hijos al mundo, como si por cada desaparecido o apropiado, ella recuperaba la identidad, trayendo estos bebes. Los dos primero hijos morochos, uno aindiado y dos rubios, una en realidad escocesa (pero no nos adelantemos).
La película entonces tiene un fin previsible, del departamento de Belgrano y un living adornados con platos Taylor, y gustos como antes la oligarquía porteña podía darse, lleno de cosas que la gente compraba para toda la vida, de la noche a la mañana se lo mal vende, y pasa a vivir a una pensión en  el barrio de Colegiales.
En ese recorrido, también acompaña a su madre, como pasajera de un sueño, es decir a la abuela de la escocesa. No me corresponde hablar de ella, supongo que eran de esas madres que incondicionalmente seguían, contemplaban, y hasta admiraban la locura o los cambios en la psiquis de sus hijos.
Hay un quiebre, entra el año 88, ya la primavera no era tal, aunque para esta mini Mouse, que vivió un invierno, tal vez el cambio de clima si lo percibía y como si esos fallidos golpes militares de esos años, la empalagaran, decide ella hacer su ultimo asalto a la posteridad. Enferma del sida, o apenada por la muerte de Luca, o con la idea de que un grupo de militares podía acabar con ellos, o con ella, abandona a sus hijos, y los abandona sabiendo que los liberaba, ya de un descontrol o mejor dicho de una buena vida que ella no estaba dispuesta a darle. Creo que fue valiente y hasta es aplaudible, porque criar o mal criar algo algún Mesías de lo tradicional lo criticaría, pero tal vez la madre fue improvisada en este ultimo acto, alguna estrategia militar a la que estaba acostumbrada cuando cabalgaba entre las rodillas del general Lanuse, la hizo olvidado de que hay que tener todo cubierto al momento de lanzar una acción.
Abandono, pero eso si,  con una serie de acciones que hagan que ese abandono, sea en definitiva una transición, un paso hacia el mas allá de los abandonados. No señor ella jamás los abandonó en la calle, ni frente a ninguna iglesia, ni en la lluvia ni nada que genere una imagen de tristeza, fue un abandono de estratega, una generala montada a caballo que hizo su campaña en alguna adoquinada callejuela de la ciudad, abandonar a sus bastagos uno por uno.
Me levanto de la alfombra y prendo un parisienes para que llene de humo las cejas y me haga ver imágenes retro de esas secuelas. , la imagino como una intelectual al borde del suicidio, pero que deseándole dar una buena educación a sus abandonaditos, los coloca en una institución modelo. No hay culpas pense, cada uno es artifice de su propio destino, pero cuando uno solo se transforma en herramienta prestada, intercambia su destino o lo deja escupido en el cordón
Para desgracia, esta institución modelo (que por supuesto una mano anónima por mucho tiempo realizaba el pago por ellos) era administrado por una especie de profeta o personaje místico, que se decía sanador. El sanador asimismo también creía ser padre, el padre Omar supóngase, y el lugar se llamaba la obra del padre Omar. Sin embargo Omar habrá tenido descuidos, olvidos impositivitos, o no supo como transformar su obra en algo lo suficientemente creíble para seguir sosteniéndola. Un día hubo un allanamiento, clausura, fajas rojas el falso padre preso y los abandonaditos, ahora tenían una nueva obra a quien obedecer, El sistema infante juvenil argentino
Y es aquí donde me detengo porque lo demás, lo que seguiría a continuación si decidiera hablar sobre ella y no sobre su ciclo de escenas, es hacer una investigación exhaustiva (que alguna ves llevaré) sobre los intrincados sistemas de adopciones, de familias sustitutas, de mujeres y hombres miserables que suman nuevos hijos, mediante una especie de trueque comercial entre la justicia y la casa adoptante de turno. Pero eso insisto seria una nota para un suplemento policial o una tesis o monografía copiada por un estudiante del 4 año de derecho.
Y me detengo porque precisamente aquí, porque ya es acá donde comienza a moldearse la escocesa; no su personalidad, porque es imposible moldear algo que no se ha tenido, al no haber una identidad, uno se va auto formulando, pero con plastilina. La escocesa término siendo pedasos de plastilina de distintos colores, que ella iba creando y moldeando, pero siempre bajo una caricatura de plastilina adornada y cimentada por blister de varios colores que la fortalecían como quien se alimenta solo de leche.
La escocesa, pero que paradójicamente llevaba un apellido bien incaico, ese apellido de tela, fue un mantel, y fue ese aguayo protector la que le permitió ir susbsisitiendo alas divertidas penurias que los senderos de los sin sabores les fueron dando. Su historia no es heroica ni mucho menos, tampoco es triste, ni genera la necesidad de ponerse de su lado, pero si permite ver con otro matiz a cierto tiempo de sujetos que uno cree descifrar, pero que no es hasta con el ultimo beso, ese rico, ese que siempre recordas, cuando los terminas de entender.
Ese aguayo bordado que cubría a la escocesa, hizo que pudiera vivir bajo el olvido de sus hermanos, de hogar adoptivo a instituciones de reeducacion, de comunas religiosas, a comunidades terapéuticas, a escuelas privadas en Núñez, a establecimientos perdidos en el tercer cordón del conurbano. De viajes por toda argentina a no pasar mas de dos años sin salir de los limites del barrio de flores. Pero insisto el error es rendirse frente a estas circunstancias. Yo me rendí, me doblegué frente a la historia y no a su protagonista, insisto hasta el hartazgo, no me enamore de vos, sino de tus pesadillas, que tenias, que por alguna razón las quería hacer mías.
¡Quería saber eso que llevabas, carajo tenias el génesis, de los 80, estando con voz, me sacaba todas las dudas , iba tener mi voz de los 80.!
La escocesa descubre tarde el sexo, y es sin dudas la antihéroe de personajes con realidades como la suya. Si uno hace un paralelo entre la escocesa y sus compañeras de su ultimo hogar juvenil, ella llenó el campo del debut sexual, ya bien pasados los mayoría de edad, y dejo en blanco los casilleros, embarazo, abortos, prostitucion, lesbianismo, alcohol, puchos merca, hurto. Es mas la escocesa era justamente a su manera una especie de princesa en su comportamiento normal, parecía mas bien Candy
Y aquí detengo la música y paso por un momento a ser el protagonista. Corro a un lado a la escocesa y a su historia, y pongo a mi como el responsable. Hay los 80!
Candy, un dibujo animado japonés inadvertido para el gran público, fue tal vez mi primer dibujo animado por el que sentí, que me convertirían después, un buscador de causas perdidas, un justificador o un defensor de pobres y ausentes ad honoren. Ella era una chica huérfana, que realimente le pasaban las mil unas, debía estoicamente soportar todos los inconvenientes de su vida, pero creía en el amor y ella la hacia feliz esa creencia, ese convencimiento. Creo que mi vida, y pasando las relaciones, yo no idealizaba con la mujer ideal, sino que mi mujer ideal era ese dibujo animado, de alguna forma necesitaba que esa candy sea alguien en carne y hueso
Y para mi en algún punto, la escocesa era candy, la escocesa me resultaba horrible, la escocesa no sabia coger, la escocesa, era todo lo contrario a lo que buscaba en una mujer (real), pero por eso para mi la escocesa era ese animé oriental de la infancia, y era esa historia, su historia, esa película proyectada que abruptamente de chico deje de ver, culpa de alguna falta de cesión de derechos televisivos para seguir transmitiendo a candy, hizo que mi oportunidad de ver el final se haya truncado
Y allí estaba yo, estaba poniendo historia con candy, yo era el amor verdadero, yo era quien le iba devolver su identidad. Soñaba con su madre y la justificaba siempre por su decisión de abandono. La candy de la vida real, o en nuestra lapso de pareja humana, me generaba rechazos permanentes, era más bien una compañía, para soportar una reciente separación  que había tenido. Ahora bien, cuando se me cruzaba que ella era mi princesa escocesa, creía que todo lo lograba, y si no podíamos recuperar su identidad, hay escocesa mía, otra nueva íbamos a inventar, hay escocesa, te íbamos a dar esa vida, te llevaríamos corriendo a nombrar la princesa del reino del Once,  ibas a ser la primera rubia en colonizar los puestos de la plaza miserere, si querías.
Y pasaban los días y mi amor hacia candy iba en aumento, su historia cada vez me necesitaba mas, necesitaba seguir viviendo de su leyenda, me apasionaba, cada uno de los pasos que me contaba de su subsistencia, era una cucharada de dulce de leche chimbote bien dulce, que daba vida a mi paladar y a mi sentido de existencia . La amaba de forma ascendente, pero insisto hasta al hartazgo a su fábula.
Suena repetitivo pero créanme que la escocesa real y yo, bajo otras circunstancias jamás nos habríamos tomado el mismo colectivo, es probable que nos hubiéramos comido el hígado el uno al otro si era necesario, sin embargo hasta por momentos, cocinábamos nuestros manjares
Se me moja la alfombra al derramar el whisky y cambio de música, algo malo, algo que me de odio, se me ocurre poner reagge argentino, que creo que puede causar alboroto hasta en el mas purista y sabio budista oriental.
Creo de hecho nunca analicé, que era yo para la escocesa real, dudo que me haya visualizado como un anime japonés, dudo que me haya visto parecido al padre que nunca tuvo (eso me lo hizo bien saber claro), cuando me comentó que no tenia o no tendría modelos masculinos .Había tenido un solo hombre, el que la hace debutar tardíamente,  ese que le agrega dos gotitas de limón a su vida, que no es triste, ni dolorosa ni alegre, es simplemente su vida. No fui un espacio que cubrir, no fui un casillero o la tarjeta de la suerte del monopoly, de eso estoy seguro.
Puedo seguir buscando justificativos, para rellenar esta exhalación de aire, por allí en algún momento habré visto el final de la serie candy, en you tube o en algun video, y supe que ese ciclo estaba terminado, y que esa burbuja que contenía a candy, con la escocesa seria incompatible.
Tal vez ella adivinó primero, que yo rompería la burbuja, fue mas hábil, y me atragantó con mis  propias palabras que quedaron atoradas en mi pescuezo durante días, años tal vez.
Tal vez si me parecí mucho a su hombre de los sueños, a sus sueños de plastilina y creía que con eso la podía convertir en un cimiento, o en una base, pero ella solo podía vivir con plastilinas. Las manos solo construyen cuando hay realidades y los abandonos viven de sueños, que es mejor mirarlos desde lejos.
Candy ahora ya no esta disponible en you tube, de la escocesa real no se nada y es probable que jamás sepa nada mas de ella. Mi vida sigue, siguió, pasaron algunas relaciones, otras pasarán, me enamore creo de vuelta, vaya a saber.
Me angustia saber que no terminé de cerrar algunas cosas de los 80, me angustia saber si existirán nuevas candys.

no hay manos magicas

Sin darme cuenta fije mi mirada en tus manos. Estábamos enfrentados en un subte ralo, donde la gente iba y venía, bajaba y subía pero yo me sentía en una pequeña burbuja donde el tiempo se detuvo, comenzando a rotar una realidad paralela frente a mis pupilas. Tus manos me llevaron a lugares comunes o lejanos, con placeres y desconciertos. No reparé en el resto de tu cuerpo al principio, simplemente podría simplificar mi explicación, resumiendo en unas pocas letras que me enamoré de vos, por tus manos. Mi curiosidad innata llevó a subir mi mirada, que me regaló una grata sorpresa, pero que mi timidez (también innata) llevó a disimular el éxtasis en el que ya me había sumido. Fue entonces cuando comenzó mi cuenta regresiva, sosteniendo la energía para que no te bajaras antes que yo. Lo logré. Incluso bajaste en mi misma estación. Pero cómo era de esperar nuestros caminos se separaron al pie de la escalera, cuando vos elegiste la mecánica y te llevaste esas manos que recuerdo con melancólica esperanza.

El sendero luminoso


Libertad
arte de los decididos
Libertad
nada me ata y sigo vivo

Alberto se despertó sobresaltado aquella madrugada. Si bien no se había acostumbrado a la movilidad y a la vida de su nuevo barrio, no era la cuestión de vecindad lo que le impedía lograr la paz en su cama de una plaza, su cama que traía consigo desde los 17 años.
El creía tener la respuesta  para ello, pero ni siquiera se atrevía a suspirarla; pese a que su situación laboral lo apremiaba, fue a su kitchenete a servirse un vaso de agua que sus callosas manos, llevaron con fuerza repetidamente tres veces de forma mecánica. Alberto sabía que el punzón venia de otro lado, que ese ruido y calor interno venia mas allá de un no acostumbramiento temporal., pese a ello saberse mas pronto de la respuesta correcta a su problema lo inquietaba aun mas y podían hacerlo acreedor de una temporada de insomnios que el otoño que estaba cayendo sobre la ciudad, regalaba cordialmente a todo aquel que justificase con creces esa acreencia. Alberto iba en ese camino y giraba sobre si mismo, ya sabía eso de pasarse noches en vela, ya conocía todos los remedios caseros y todos los otros, firmados por las patentes del miedo para vencerlos, incluso las flores de bach lo acostumbraron a dormirlo mas calmadamente hace unos años. Pero estas eran circunstancias diferentes, todas esas causas eran absurdas frente a esta, y Alberto temía, se temía. encontrar una respuesta que lo haga despertar.

Sofía cargaba con un mote que hoy suena raro, absurdo, no diría tonto, sino anticuado,  en desuso, como si todavía alguien con un austral quisiera usar los derechos del nombre de Sofía, y vaya que podría hacerlo!. Es probable que sienta  que cuando tenga que decir su nombre, o que sus mismas tarjetas personales, o incluso cuando tenga que estampar su firma en el estudio de abogados donde hoy trabaja, no se registre como Sofia Perisiinoti, sino como “la calculadora.”.  Siente desprecio por ese nombre, ríe ( de forma mucho mas real y sugestiva que frente a cualquier otra risa, cuando escucha que se dirigen a ella con ese apelativo) pero se desprecia a si misma cada vez que lo escucha. La calculadora a los fines de esta historia surge de la siguiente manera, porque sus compañeros de la primaria, la descubrieron en una tarea del quinto grado, que todo ella lo cronometraba a la perfección,; cada actividad o trabajo que en el marco del aula  había que realizar, la calculadora, echaba una pequeña voz al aire, fijaba un tiempo determinado y se ponía a realizar lo que se había encomendado. Al momento que su hora pronunciaba se cumplía, automáticamente finalizaba su labor y entonces se levantaba y se iba del salón. Queda claro que siempre cumplía su cometido en forma y horario. Con el paso de los años, la calculadora fue perfeccionando su técnica; por la variedad de ámbitos y lugares adonde acudía, no gritaba a viva voz  el comienzo y el fin del tiempo, pero internamente se ponía un plazo, el cual ni bien finalizaba, se levantaba y se iba. Continuadamente como ocho fotografías, completaban una toma que duraba aproximadamente veinte años. Exámenes, trabajos y presentaciones fueron pasando por sus manos, en un espacio temporal especifico. Es entupida la analogía del reloj de arena, pero vaya que es aplicable para el caso de Sofía, ella era su propia arena y se discurría de acuerdo a sus propios fines. Lo mismo sucedía en cada una de sus actividades cotidianas, y paradójicamente también para dormir, donde aun continuaba el rito del grito. Sin embargo esa noche, en su casa del conurbano, por primera vez se levantó antes de lo previsto. Descalza salio a buscar el reloj del living de su casa familiar y noto que todo estaba en orden. No había existido un cambio de horario  repentino por el gobierno (ella se hubiera enterado, pese a que despreciaba al actual gobierno), pero vio que todo estaba en orden. Volvió a la cama, en la que dormía desde que tenia diez años se tomo los pies, y empezó a temer de ella misma, mas bien a sentir miedo de ella..

Alberto Roncaglia tenía a esa fecha 43 años, y hacia solo dos meses que se había mudado solo. Alberto es de esos personajes que nacieron, crecieron y murieron en los años 90. Sujetos cuya vida resultaba intrascendente o ni siquiera publicable en cualquier manual de autoayuda, pero que en esos diez años, por causas que no vienen a este relato, cambiaron su eje, mutaron a seres que no fueron capaces de controlar. Vidas tranquilas, monótonas, atadas a una tradición impuesta por mitos y miedos, como si todo ello estuviera contenido en los platos azules que hoy decoran su actual departamento.
En esos años, Alberto viajo por el mundo, conoció cierta fama dirigiendo una revista de medios, salio con las mujeres mas codiciadas del momento, eran recurrentes sus fiestas intimas en su piso de la zona mas selecta de Recoleta. Alberto fue un corredor de motos y llego a triunfar en ciertas carreras que por esos años no solo atraían multitudes cada domingo, sino que lo llevaba a ser tapa permanente de suplementos deportivos que salieran. Sin embargo por cierta ética Alberto jamás se auto publicaba en su publicación, y prefería en las vacaciones contar mas bien con la compañía familiar, que con varias de las mujeres que lo frecuentaban a mediados de esa década. Alberto comenzó una carrera universitaria en una universidad privada (alguna duda al respecto), pero lo hacia a medida que las motos, sus viajes y su vida social, se lo permitían. Pese a ello seguía viviendo en su casa familiar, y eso era lo paradójico ya que las fiestas, sus encuentros eran realimente una pintura de exhibiciones y demostraciones acrobáticas de cuerpos desnudos y buen licor, que cualquier vecino moralista de la zona, no soportaría. Pero como si el mismo fuera parte de su propia dimensión, jamás nadie se enteraba de nada. Ni nadie cuestionaba en modo alguno, el frenético ritmo de vida de Alberto Roncaglia.
 Porque mierda no me mudé en ese momento, porque insista en vivir ahí, pensaba Alberto, mientras bebía su quinto vaso de agua, que lo guiaban a una nausea segura, tratando vanamente de calmar su insomnio

Sofía una vez que se involucró con su alter ego, es decir ella vista como una calculadora autómata, tomó cada uno de sus actos de su vida profesional a una perfección rítmica. Se recibió muy joven de abogada, se doctoró en menos de un año, viajo a especializarse (parecía una gitana en vez que una estudiante normal, la misma había previsto, cuanto tiempo le iba insumir todo su raid de perfeccionamiento). Pero el tarot de su vida le tiraba las barajas erradas en cuanto a relaciones sociales se trataba. Terminaba su función profesional,  y entonces se hundía en los asientos que la llevaban a su casa conurbana, y continuaba allí su labor.  No se le conocía novio, no se le conocían grupos de amigos, no se le conocía afección alguna por el alcohol o el tabaco, tampoco se miraba al espejo, zambulléndose en su propio personaje de forma de poder, aunque sea con ella misma entablar una relación personal. Eso si tenia una particularidad, cada vez que llegaba a su casa, cualquiera sea donde este, se sacaba los zapatos, y se ponía a dar una vuelta descalza, era como que con esta actitud terrenal, rompía su atadura, era una manera de sacarse esa calculadora que tenia incorporada  desde sus años escolares, parecía que se agotaba su batería y sus pies( grandes y nada vistosos) sobre el piso, parecían refrescarla y desligarla de un ciclo que corría como un Moebius.

Alberto transpiraba cada vez mas esa madrugada, el agua no lo calmaba, pensó en masturbarse como si con ello podía aliviar la sensación, pero a tiempo dedujo que no era una cuestión hormonal lo que le sucedía, sino mas bien temporal. El vaso de agua estaba vacío, y la sensación de encierro de su monoambiente era peligrosa. Si por el mismo fuera en ese instante se arrojaba al exterior, pero no para suicidarse, sino para que esa corriente de aire, ese shock desde veinte metros de altura lo calmase y oxigene su cabeza. Después de todo pensaba, ya logré deshacerme de mi padre y de sus llamadas telefónicas que me perseguían a diario. Hizo una analogía para si mismo sobre los presos que llevan una pulsera electrónica y que permanentemente son monitoreados por una suerte de padre o curador principal. Lo recordaba porque le gustaba el derecho penal y porque sintió que rompió esa atadura con su padre. Se sonrojo y se rio a los gritos, parecía un Roger Rabbit noctámbulo que por primera vez disfrutaba haberse recibido, casi 30 años después de comenzada la carrera, y en una facultad publica, a la que despreciaba. Pero fue un tic tac efímero, la noche a este ritmo estaba perdido, y mañana tenía que madrugar. Decidió chequear su mail, personal como laboral y ver si todo continuaba tal lo previsto la tarde anterior. Viendo que todo seguía igual sonrío.

La calculadora sabia que la noche estaba perdida, abrió su computadora portátil y revisó de forma molesta su casilla de correos. Volver a ver ese correo casi la descompuso. No me interesa “esto” parecía adivinarse de los suspiros que con prisa salían de las narices de Sofía, y no era un suspiro como alguien sediento de algún contacto o deseo personal. Pese a que Sofía aun era virgen, la cuestión sexual no se vislumbraba por su vida actual. Le gustaban los hombres claro que si, pero capaz nadie había llegado con la pregunta correcta, o nadie le ofrecía una nueva calculadora para sincronizar su vida de acuerdo a esta nueva realidad.

El correo electrónico que curiosamente a la misma hora chequeaban Alberto Roncaglia y Sofía Perisinoti, decía en mayúsculas lo siguiente

BETO, SOFI, LOS ENCUENTRO A LAS 9 EN PLAZA ITALIA Y DE ALLI VAMOS AL CAMPING. CARIÑOS. X

Pero no nos adelantemos a las circunstancias que rodearon al viaje de plaza Italia hacia el campo en Los cardales, no hay que apresurarse, juguemos como si fuéramos un ratón en la película fantasía y dibujemos el tiempo, ese tiempo que tanto calculaba Sofía, ese tiempo que tanto aniquilaba a Alberto.

Alberto se sentía lejos ya del estudio jurídico donde su actuación era penosa, pena como una canción de taxista septuagenario en la madrugada, pena como los techos blancos de Buenos Aires,;  el que había añorado y exprimido la década del noventa, se sentía un rulero en medio de la seda, era un número primo, su presencia solo incomodaba y su sueldo tampoco lo ayudaba, como para escaparse de esa cotidianeidad. Pese a que arrastraba una infinita tristeza, con los años el trabajo no solo la profundizó, sino que hizo aflorar sus deseos más oscuros, de toda índole, sexuales, pasionarios, románticos, todas las personalidades, Alberto Roncaglia, era un cuadro de figuritas donde el componía cada una de las imágenes que al abrir, ese paquete nos devolvería. Para calmar esa rutina insoportable de no verse valorado, creo un personaje, se hacia el loco, mas bien aparentaba a hacerse un loco, era un verdadero hijo de puta, un profesional que les tendía una trampa a cada uno de sus compañeros, nos hizo creer participe de sus locuras, nos hizo espectadores de sus espectáculos de karaoke, pero todo a conciencia, como divirtiéndose, sobre todo de sus compañeros de sección de trabajo.
El estudio jurídico estaba ubicado en la peor zona de Buenos Aires, un sitio donde los refugiados pedían auxilio y solo donde una mente carente del menor afecto, decidía poder instalar un espacio físico para llevar a cabo una tarea laboral.. El edificio ocupaba una manzana (la peor manzana de buenos aires). Y estaba cooptada por una variedad de personalidades que rozaban una opera prima de un director de cine argentino. Las habitaciones del estudio pese a ello eran gigantes y rara vez solían sus miembros se juntaba o topaban, mas allá de algún encuentro casual ( y odiado) en el ascensor) y no mucho mas. Hasta que escucho una canción que salía de la habitación vecina, aquella a la que solo accedían quienes por identificación y dedicación al trabajo, podían aspirar. Alberto se vio a si mismo como un durazno sangrado, un durazno que solo chorreaba alegría, momentánea, pero suficiente para llenar su vacío.
Sofía se volcaba a su trabajo con una dedicación que podríamos llamar a la japonesa, siempre ,claro está dentro de su limite temporal horario; la calculadora se consagraba a encontrar y solucionar la mañas y los vaivenes del estudio jurídico, rutina que por cierto adoraba y hasta probablemente la excitaba. Es decir, Sofía no era bailarina, no era artista, no era clown, no era fotógrafa, no era percusionista, no era escaladaora, literalmente no buscaba salvoconductos para su vida, a la que ya había aceptado como tal, tampoco resistía análisis quebrar su tiempo para todo esas actividades, a las que pese a que las miraba con simpatía, en su interior, en ese interior al que nunca nadie habia buceado, nadie olido o bebido,  rechazaba con asco. Quienes se dedicaban a invertir su tiempo en estos pasatiempos, bien valga la redundancia les parecían pasajeros atemporales de un sueño creado por ellos mismos, eran personas que no soportaban su existencia, y que mediante estas recreaciones o quiebres a su día a día, se engañaban a ellos, pero lo que es peor engañaban a su tiempo. Sofia trabajaba en una parte del estudio donde permanecía sola la mayor parte del día, su escritorio estaba adornado con imágenes  de relojes, de varios tipos de relojes y postales suizas, que es bueno saber no eran por  coincidencia, sino porque en suiza había pasado recientemente su estadía, pensó en quedarse, a vivir allí, era su tierra prometida, tenia a merced a sus relojes, podía fomentar un romance con las ojos del reloj incluso, con ese reloj que solo ella tenia en su oficina. Hasta que un dia escucho una melodía que salía de la habitación que estaba del otro lado del pasillo, la habitación temida del estudio, aquella que era una especie de exilio, de diáspora judía. Le agradó la música, pero mas se agrado saber de que provenía del parlante del loquito Alberto, o por lo menos así se lo habían dicho saber que esa era su alias. Inmediatamente lo atrajo (no le pareció atractivo, pese a que Alberto , y mas cuando escuchaba esa música, tenia sus resabios de belleza masculina) sino mas bien una atracción cómplice, sentirse con un par c, como los dos unicos náufragos que sobrevivían en ese lago de mierda que era la avenida alem, y ellos alli con su música, mientras los demas jugaban a ser artistas, ellos solo se limitaban en su musica, Por supuesto que para Sofia Alberto no era ningun loco, sino un gran imitador, o “the great pretender” que fue la musica que los enlazo
Hasta el momento del dia de campo del estudio, o del dia de la recreación, solo se habían topado dos veces en el ascensor (ambas lamentable ya que ninguno emitió suspiro alguno), y una vez en el restaurante del estudio, un lugar donde un gato con buen tino vomitaría la comida que allí ofrecían, pero a donde Alberto acudía siempre, y Sofía bue en búsqueda de una botella de agua. Hubo un saludo, mas bien frio, pese a que el calor del saludo parecía decir otro, gesto, o como si la frialdad del saludo, no se reflejara en el rojo que emitieron sus ojos al momento de saludarse.
Alberto tres días antes de la jornada de campo, tenia que hacer una consulta a Sofía por un tema administrativo menor, es probable que se haya pasado una hora en el baño, preparando su monologo, y esto es probable que sea alli ya que después se encontró mucho después en su escritorios tockets de librerias y el detalle de publicacions basicas y aburridas como el Hamlet a otras a la que podríamos llamar inquietantes como la biblia del amor. El loco Beto, decidió que era el momento de salir a escena, sin embargo Sofia, le dijo que estaba ocupada y que en ese momento no la poda atender. Sofia estaba siendo asediado por Renato, uno de esos supuestos abogados que trabajan en el estudio, mas bien como imagen que como trabajo y que buscaba bajo la excusa de un trabajo en común, sacarla a sofi de su ámbito laboral, la calculadora con delicadeza aparto al desdichado abogado snob, y también con una mirada rechazo a Alberto. Alberto se lamento y se volvió para sus adentros,. Justo que me piden libertad, que me piden decisión, y esta pelotuda no lo nota. Esto fue tambien encontrado en un cajon de su escritorio varios dias después a lo sucedido en el club de campo.


y la primera siempre es la q cuesta

El exilio
El día de su cumpleaños número 32, Alexis Mazeti se estaba casando y para ello convocó a una fiesta con más de doscientos invitados, al club social de la ciudad de Corrientes. El alto nivel de exposición, la gran cantidad de conocidos o amistades ocasionales, mas el hecho de que era el ultimo del grupo de ocho amigos que se casaba, motivó a que la pareja se vea obligada a suprimir y recortar potenciales invitados, ya que caso contrario y sobre todo por la intensidad de las relaciones sociales de Alexis, hubiera llegado a una cifra cercana a los 500 comensales.
Para la gran mayoría (los que no lo conocían a fondo, y solo eran clientes-proovedores o amigos de las noches), y tras solo ocho meses de noviazgo, la decisión de Alexis podía verse como apurada. También había en ello cierto dejo de comentario racista al mejor estilo de la provincia, ya que querían dejar a trasluz que Maite, la mujer de Alexis, no era una mujer económicamente apta para estar con el y buscaban instrumentar con el tiempo, el bendito tiempo, con el pretexto del tiempo y la falta de conocimientos que podía haber el uno con el otro, un obstaculo para hacerlo desistir en su opinión. Alexis claro está y tal su carácter solo atinaba a responder con sonrisas o comentarios de ocasión, sabia en el fondo que esos comentarios solo provenían de sujetos que compraban su condición de clase en bufetes de abogados, o que buscaban misericordia y escape de sus pecados en putas de 13 años (regenteadas por ellos) o en confesionarios eclesiásticos, de donde la gran mayoría provenía. Eso Alexis lo sabía, sabía que eran cloacas, cloacas que buscaban ser feudales y conservadoras, y que despreciaban el amor verdadero. Pero Alexis era incapaz de enojarse, siquiera de mirarlos mal, y evadía los comentarios insidiosos, muchas veces con argumentos de que la familia de Maite, esperaba una herencia por llegar de Italia, y que años atrás tuvieron una buena posición económica, pero el menemato los había llevado a la quiebra. Alexis estaba al tanto que sus respuestas eran lamentables, peores que las propias preguntas, pero no le daba mayor importancia al asunto y seguía como si nada.
Sus amigos de toda la vida, por el contrario eran felices con la decisión de Alexis, ya era hora de sentar cabeza, de tomarse las cosas más y en serio y tras pasar varios meses examinando a Maite, y si está se encontraba dentro de lo podemos llamar canones tradicionales (señora en las fiestas, reina en la cocina, puta en la cama)- muchos de sus amigos postulaban todos los postulados progresistas habidos y por haber, sin embargo se seguían rigiendo por los pensamientos transmitidos de generación en generación, como toda provincia- coincidieron en que era una buena minita, y que lo iba ser feliz al Alexis.
Gran parte del casamiento transcurrió sin hechos que se puedan considerar significativos, siquiera relevantes. Maite llevaba puesto un vestido celeste muy elegante, hecho casi a la medida de su metro setenta y sus 60 kilos, que le permitia apagar y bajar la intensidad del tono amarillo de sus cabellos; su rostro al natural y sus ojos verdes eran combinados con una ligera sonrisa, una sonrisa de quien se sabe victoriosa, y unos tacos blancos con una larga punta que por allí parecían demasiados grandes. Alexis por el contario y pese a que por esa fecha se encontraba superando los 100 kilos, llevo una incombinable etiqueta color violeta, ambientada con galera y bastón. La orginialidad o sus ganas de romper una estructura (que estructura rompía, si se ligaba en matrimonio) no provocó sorpresa, sino que gran parte de los asistentes, como si Alexis les hubiera invitado la invitación ,con la foto de su vestimenta, no sintieron ni siquiera vergüenza o comentarios ofensivos hacia una persona. El sin sabor de su presentación, tomó de improviso a Alexis, que se veía fuera de los cabales en no ser el centro de atención, que siempre era, y que ahora pasaba en manos de Maite, que sencilla y con vestimenta industrial, lo apagaba, lo remplazaba, por lo que adopto mas bien un papel frio y hasta con desprecio a la totalidad de sus invitados. …También es mi cumpleaños, un poco mas de humor hijos de puta, comentaba para si mismo
Por un retraso imprevisto por parte de los malabaristas, hubo un trueque de eventos, y el espectáculo circense fue corrido, para dar lugar a la publicación de imágenes y momentos felices de la pareja. Para Alexis era una pérdida de tiempo, algo chabacano (si el decía chabacano, burdo, zoes y ese tipo de muletillas), pero a Maite le parecía fantástica la idea, nueva, con vida y alegría. Alexis era reacio a todo ello, y decía que muchas fotos de su infancia, adolescencia y años de estudiante se habían perdido, o bien no eran buenas fotos como para mostrar a terceros, ni siquiera amigos, cosa que a Maite, le pareció un pretexto muy malo, y Alexis no tuvo otra opción que ceder frente a los retratos en 3D, que lo reflejarían a su mayor intensidad.
Las fotografías de la pareja eran mas bien pocas y mostraban una cotidaneidad enfermiza de las ciudades del interior, no había viajes, no había aventuras, solo fotos en bares, cocinas, dormitorios, pasillos y jardines de amigos, pero sin vértigo, carentes de adrenalina o propias de la quietud, de la conservación permanente de la que forman parte todos los habitantes de las capitales de provincia. Cuando llego el turno de exhibir a Maite, mas bien resultaron pocas las fotos si se las compara con la intensidad de la mujer a ser observada por doscientas personas; ninguna de chiquita-alguien del fondo sugirió que tal vez porque esa negra jamás tuvo cámara- pocas de la adolescencia (Maite era anoréxica y su juventud no había sido un buen transito para ella, de hecho en su cumpleaños de quince había intentado tirarse de las escaleras del salón alquilado para la ocasión) y las restantes con Alexis, y su grupo de amigas (nuevas).
Alexis, y con la sorpresa reflejada en el rostro de Maite, cargó más de doscientas fotos de el, y fue quien se encargo de compaginar año por año, cada una de sus fotos, que el editor obedeció desde el comienzo. Si bien por momentos se hizo tediosa la visualización, era tan querible Alexis, que ver sus imágenes generaban alegría, ganas de haber vivido con el todos esos momentos, de haber sido como Alexis Mazeti en cada uno de esos pasajes. Cada año contaba con 12 fotos promedio, siendo los mas abundantes en cantidad, los años 2003 en adelante. Alexis por allí no tuvo en ese momento ese descuido, ni tampoco creía que alguien lo podía hacer notar. Luego de los aplausos y las palabras de rigor, baile de ocasión y fotografías con cada una de las 30 mesas, Alexis fue hacia la barra y pidió un Jack Daniel´s doble, necesitaba un poco de intimidad, ganas de festejarse asimismo su cumpleaños y desearse buenos augurios en su fiesta de casamiento, de darse seguridad y porque no, de analizar porque había olvidado de manera tan prolija dos años de su vida, su vida en definitiva fueron esa ronda de fotografías.
Con los ojos un poco llorosos, y mas rojos que los habituales grandes ojos que el Gringo Alexis, tenia siempre, se sintió melancólico por primera vez en la noche, pero con una melancolía como si fuera mas bien una saudade, y no una tristeza rioplatense, pese a que Alexis no sabía distinguir la una de la otra.
Cuando Juan Ignacio Gualdo, su amigo de los 12 años vio que estaba con una botella de Jack, se aparto de su mujer y del resto de la pista de baile, y fue en búsqueda de su bebida favorita y de un rato de intimidad, con su amigo. Gualdo a modo de burla (una burla muy a la Gualdo, obvia, retorica) le preguntó porque lo único bueno, novedoso, que había hecho en su vida como su viaje a Australia y Nueva Zelanda, y las escenas del mismo en pleno 2001 y 2002, cuando un país se consumía a si mismo, no habían sido puestas en todo ese bodrio. Mazeti vio en Gualdo, primero como a un borracho queriéndose hacer el gracioso y respondió con evasivas, pero después vio en Gualdo bajo la forma de un psiquiatra, de un medico, y lo vio caminando por manicomios, caminando y llevando en el regazo a locos, y que el estaba allí, pero no estaba con los locos alegres, los locos que Gualdo amparaba, sino aislado, dejado de lado por Gualdo. Era de buen beber y notaba que no era el alcohol quien provocaba sus incipientes alucinaciones, era como si Gualdo le hubiera traído a la barra donde cómodamente estaba sentado un pasaje de ida en servicio semicama, a sus recuerdos perdidos, a su propia podredumbre, a esos años que tan bien los había olvidado, de los que pocos sabían. Esos dos años sin que el todavía tenga una respuesta clara, decidió encerrarse en su departamento, con ganas de olvidar y de ser olvidado. Y eso era lo que lo angustiaba, el porque, que lo había llevado a eso, estaba seguro de haber cambiado, pero que lo llevo a tamaña idiotez (vista en el tiempo), que quiso probar, a quien intento seducir con esa estrategia.
Camino arrastrado hacia el baño y como si no fuera Alexis, sino Maite a los 17 años, se metía su rubia mano, una mano blancuzca y arrugada, de lleno en la boca, como placebo, intentando sacar eso guardado, deseando que su vomito le de respuestas a sus preguntas e inquietudes internas y mientras veía a su bilis que caía, a dos litros de jack daniel´s decorando los interiores del minúsculo baño, comenzó a elaborar disitntas teorías sobre cuáles fueron los motivos- si es que hubieron- a llevar a encerrarse dos años cronológicamente exactos en un departamento del Barrio Nueva Córdoba, de la Ciudad de Córdoba. viviendo desde el 3 de enero del 2001 al 3 de enero del 2003, en un departamento de 35 metros cuadrados, sin balcón, que tenia un ventanal importante sobre la Avenida Chacabuco.
Y como si esa espuma llena de vida fuera su propia vida, comenzó a recetar un breve poema de Osvaldo Lamborghini y acto seguido comenzó a interrogar a sus propio vomito, las razones de su exilio interior. El vomito del inodoro, con la condición de que necesitaba refuerzos de la boca de Alexis, cada treinta minutos se ofreció a ayudarlo
A continuación una explicación surgida del propio vomito de Alexis Mazeti
A.M- Fue por amor?
V- No, no era ningún desamor, ningún desengaño, ningún rencor, si bien te habías separado de Mara, tu novia de los últimos tres años, a fines del 2000, la relación siguió siendo buena, e incluso Mara te ayudo en la mudanza, ya que vivian juntos, en un departamento en las afueras de Córdoba, amplio y confortable. Sin embargo Mara, aunque te ayudo con las cajas,  no se fueron juntos a tu casa nueva ya que, con ingeniosas respuestas, le dijiste que ibas a parar en lo de un amigo en común (no recuerdo a quien utilizaste como pretexto), y que una vez que pasen las fiestas, ahí si ibas a buscar un nuevo departamento. Es mas Alexis tu relación con Mara te estaba incomodando cada vez mas, y vos te ofreciste ir. No no quedate tranquilo que no fue ni desilusión ni tristeza
A.M- ¿Tenía miedo de alguien,. Algún delaer me quería matar?
V- Alexis si eras un paparulo en esa época, un día Gualdo y Pablito cayeron a la casa en la que vivías con Mara, prendieron un faso y vos asqueado le dijiste drogones de mierda, que sea la ultima vez que pase esto. Hasta ese entonces, jamás habías fumado y rechazabas toda alegoría cannabica. Miedo hacia alguien real que yo me acuerde ( en ese momento el vomito se sintió deshidratado y le pidió una dosis a Alexis, que este inmediatamente satisfació, con un olor muy agradable, dándole a vomito un refuerzo de Smirnoff sabor a cerezas) no tenias, digo hacia alguien con nombre y apellido.
A. M- Quise ser algún escritor, quise reflejarme en la vida y obra de algún poeta desesperado, quise ser un Andrés Caicedo suponte)
V- poesía, Caicedo, mártires, suicidio!!!, Alexis de que mierda hablas (la mierda es para el vomito su peor enemigo, su nemesis), hasta ese momento desde que llegaste a Córdoba habías leído alguno, tu vida transcurría entre salidas, bares, mucho juego de computadora, pero libros jamás. Tus padres los mas laureados intelectuales de la ciudad de Corrientes, se hubieran emocionado al extremo si veían algo parecido a poesía en tu casa. Lo que si es cierto mi querido proveedor, es que un dia fuiste al patio Olmos, entraste a un yenny (era imposible que conocieras otra librería) y gastaste 400 pesos- dólares de antes- 1600 de ahora, y te llevaste una colección de 2666 libros, variados , mezclados, asesorados por ese vendedor que vio en vos a los aliados desembarcando en Normandía, ya que con esa comisión que le dejaste, el si y de forma real pudo vivir bien los años 2001 y 2002, a diferencia de los demás.
V: Sin embargo fue admirante tu actitud de habértelos leído a todos. Primero te dedicaste a la lectura de los¨clásicos¨, te interesaba saber porque se definían como tales, y es así que los primeros meses te devoraste a Joyce, Durkhein, Kafka, Unamuno, Baudelaire. Muchos te causaron repulsión y  te resultaron cansadores hasta el hastío, por lo que a fines del 2001, mas de cien clásicos de la literatura universal, fueron arrojados de forma muy paciente por vos, desde el ventanal inmenso que miraba a Chacabuco. Con la literatura latinoamericana, tuviste una actitud particular, si bien en un primer momento te fascinaron (Vargas Llosa y García Marques sobre todo- hasta los hacías una sola persona), después te cansaron, te agotaron,  te causaron un mal humor que te duró cerca de dos meses y tu solución para acabar con el malestar que sentías, fue escribir en los azulejos negros de tu baño, que solo un ser absolutamente despreciable, alguien sin patria ni bandera, puede escribir MIERDAS, como Rayuela, Ciudad y los perros y Cien años de soledad. Para mi asombro, autores menores o que no son para nada de mi agrado como Pizarnik, Aira, Lamborgini o Copi, te parecieron sensacionales, al extremo que esa mancha que tenes en el cuello, no es un tatuaje de una letra china que te hiciste, sino que son las mismísimas iniciales de Cesar Aira, pero dadas vuelta.
 A.M:- Interesante! ¿Pero tenía contacto con alguien, como compraba las comidas, pagaba las cuentas, etc?
V:- Fácil. A tus padres les dijiste que estabas mal, que la separación te había hecho muy mal, y  que por un tiempo no ibas a ir a Corrientes y no querías que ellos vayan para Córdoba. Tu madre lo interpretó como que tenías agarofobía, y no te molestaba, limitándose solo a llamarte cada domingo al mediodía. Hasta cierto punto tu actitud fue bien recibida por tus padres, ya que estaban por separarse y que vos te hayas salido del medio, fue un alivio. Con respecto a la alimentación mi querido amigo, fue sencillol, ni bien descubriste que podías hacer compras por Internet (pasabas muchas, demasiadas horas, sobre todo los sábados), hacías el pedido, te dejaban en portería, y a otra cosa. Sin embargo tu reclusión no fue tal, todos los días a partir del segundo mes, te visitaba Luisito.
A. M:- ¿Y quién era ese vago Luisito?
V:- Era el portero del edificio. Un tipo bastante mayor, muy alto y flaco, demasiado flaco: muy callado y retraído que hacia 18 años era portero, mas o menos desde la época en que se inauguró el edificio, como la mayoría de los edificios de ese barrio muerto que es Nueva Córdoba. Una persona a la que todos los vecinos señalaban como un mal tipo, como un hijo de puta, que generaba intrigas y conflictos entre la vecindad, incluso varios hablaban que años atrás había abusado de dos viejas y que tenia como costumbre matar palomas que merodeaban por  su departamento y posteriormente las guardaba. Mas allá de todo eso, desde el primer día en que te vio Luisito sintió fascinación por vos (no mal pensado no, no le parecías atractivo!) se puso a tu entera disposición. Era como si el portero del edificio sabía que vos ibas a vivir a ir, que ibas a elegir ese piso, y hasta como que sabia que te ibas a decidir recluir en tu casa. ¡Parecía un vidente el muy culiao! Primero dejo pasar los días pero como si el mismísimo hijo de puta ya tenia de antemano todo una estrategia para cuando vos, llegaras, al quinto día arrojó debajo de la puerta una nota prolijamente escrita, en un papel que olía a menta, al olor de las sierras puras de Córdoba, antes de que el turismo de provincia las invada en el verano, donde decía que te entendía lo que vos hacías, que no te preocupes por nada, que confíes en el, que te iba buscar la comida (el fue el quien te dijo para comprar  on line), y que si necesitabas pagar alguna cuenta, expensas, el estaba en condiciones de realizarlo. Finalizaba la nota pidiéndote disculpas por tal atrevimiento, pero desde el día que te vio te vio a una persona de buen corazón, con valores, y que además le habías traído suerte (o eso interpretaste) . Y vos primero pensaste que era uno de esos tantos homosexuales solitarios, que aprovechaban de esos cuerpos hambrientos que iban a estudiar a la capital cordobesa (la capital del interior), pero después cambiaste de percepción y decidiste que necesitabas un aliado para llevar tu plan y de esta forma no terminar quedar encerrado viendo la televisión de aire de Córdoba, por lo que luego de una respuesta epistolar de tu parte agradeciendole por su gesto- le permitiste que te visitara, primero una vez por semana, luego tres, hasta terminar todos los días a las 10 de la mañana a ir a tomar unos amargos, y por la noche, alrededor de las ocho.
A.M:- No recordaba a ningún Luisito, portero, encargado, vos no me estas mintiendo ¿no? Tenemos un pacto! Me resulta raro una cosa, nadie se preocupó por mi, nadie pregunto por mi, nadie me vino a visitar?
V:- Tranquilízate pichón!. Empiezo por la ultima pregunta, muchos amigos no tenías en Córdoba, ni tampoco ellos te iban a visitar en tu casa anterior. Con respecto al resto, tus padres dijeron ante conocidos, parientes, amigos, amigos tuyos, que habías decidido irte a vivir un año a Nueva Zelanda, ganar algo de guita y después viajar por el mundo. Algo difícil de creer por tu sedentarismo que siempre tenías hasta esos días y que luego desaparecieron para siempre, pero tampoco ninguno de tus amigos o conocidos (que no eran mas de quince) estaban en condiciones de hacer un viaje igual que el tuyo, siquiera viajar a caerte de sorpresa a la ciudad mediterránea. Recorda que vos te hiciste una persona extremadamente sociable, recién cuando volviste de Córdoba a Corrientes.
A.M- Todo muy bien lo que me contaste, pero me resulta in entendible, hasta aburrido y sin algo que tenga vínculo con lo que me pasó, y porque carajo perdí dos años de mi vida encerrado en un departamento
V- No seas tan primitivo Alexei, lo que te pasó no tiene una respuesta, fue algo espontáneo que te surgió, probablemente nunca lo sepas, pero gracias a eso cambiaste, mejoraste, te dio confianza recluirte y matear con tu portero por 800 días. Después de eso, saliste renovado, comenzaste estudiar, te recibiste de filosofo, comenzaste a salir, a mejorar tu vida social, a ser considerado el niño mimado de las artes del litoral. Pero sabes que fue lo importante Alex, que la vida de un autentico hijo de puta, de un miserable sin vergüenza, termino de morir el día que vos decidiste irse de ese departamento.
Luego a decir eso, y pese a que Alexis, desesperado por continuar la charla (ya esa altura había vaciado por completo su estomago) se tomó su propio desperdicio con tal de prolongar la vida del vomito, pero este ya para ese entonces había desaparecido. Alexis luego de un buen tiempo de estar arrodillado, se levantó, fue al lavado y se enjuagó la boca que estaba bastante pastosa. Finalmente se higienizó la cara, principalmente los ojos que parecía que también los había vomitado, de lo amarillo que se encontraban. Luego de ello volvió para el salón, que como si hubiera sido cómplice de su encierro en el baño, lo recibió como si el tiempo se hubiera detenido, en el momento mismo en que comenzaba el fotomontaje con los momentos íntimos de la pareja
La felicidad fue la presente durante toda la noche, ¡ah si tan solo hubieran visto a esa pareja como se querían, como se querían, como se ilusionaban!. Terminaron cansados, fueron al hotel y allí iban a  prepararse para la luna de miel.
Poco antes de viajar Maite, sufrió una descompostura, aparentemente una hepatitis, y quedo en reposo durante los próximos meses. Los primeros días Alexis se mantuvo incondicional a su lado, pero al séptimo día, fue hasta la terminal de ómnibus y viajo a Córdoba. Durante el viaje y casi arribando a su destino pensó en ir a visitar a Mara, a la que por ninguna razón valida no invitó a su casamiento, sin embargo le pareció que no tendría un justificado o una excusa sustentable, como para aparecerse después de tanto tiempo, y desechó esa idea. Decidió que lo mas conveniente era ir a vagar y caminar por esas calles que lo habían recibido hacia mucho tiempo atrás y que el por dos años, las olvidó por completo, les dio la espalda.
A los dos días de haber salir de su auto reclusión, allá a comienzos del 2003, Alexis se fue a Corrientes, y hasta ese momento, no habia vuelto a regresar. Le pareció apropiado ir a desayunar al bar de “Gustavo”,  aquel que tantas resacas le había sacado mediante sus cafés con leche, que te quemaban la boca de una forma que todo recuerdo al alcohol, se evaporaba rápidamente. Los mozos de los que era compinchi no estaban más, pero no le dio importancia y se pidió dos tazas de café con leche y facturas de membrillo. Como no tenia ganas de pensar, pidió el diario y le trajeron la Voz del interior. Luego de hojear de forma mecánica las primeras hojas, comenzó a leer de manera detenida la página 8 perteneciente a la seccion policiales. El titulo de la nota mencionaba que el dia anterior, se habia registrado un suicidio de un hombre de 81 años en el barrio de nueva Córdoba. Aparentemente el suicida no seria otro que Luis Riera, alias Luisito, alias pichon, alias vivorita, general retirado y ex jefe del grupo de batallones la perla. El general se encontraba apunto de ser procesado por estar acusado de la tortura, secuestro y desaparición de aproximadamente 2666 personas desde 1976 a 1981. De acuerdo a las primeras investigaciones continuaba diciendo la nota, Riera aparentemente se encontraba recluido en su domicilio, dese aproximadamente dos años. Finalmente concluía la nota, en su domicilio fue encontrado una persona de unos 30 años, que padecía una deficiencia psico motriz y que seria hijo de la victima. El joven aparentemente llamado Alexis, de acuerdo a comentarios de los vecinos del edificio, se encontraba encerrado en su cuarto desde el año 1984.
Alexis bebió dos grandes sorbos de su taza, se levanto y empezó a caminar rumbo a la terminal.